miércoles, 8 de agosto de 2012

El story telling #cerradoporvacaciones


Madrid. Verano del año 2012. Un periodista mira su twitter en una redacción del extrarradio de Madrid. Actualiza el historial de mensajes mientras escucha la rueda de prensa de la portavoz del partido opositor. Se indigna la señora. El jefe de gobierno está de vacaciones. No muy lejos la verdad, pero en el Palacio de Gobierno, ahí justamente, no está. Acabose, exclama la portavoz, quien considera un signo de alarma que el presidente no permanezca vigilante en  la silla de su despacho.   El diferencial del bono español con respecto al bono alemán a diez años está ahora alrededor de los 538 puntos, casi cien menos que hace 15 días. Después de que el representante del Banco Central Europeo dijera que no haría nada por la economía española pero que garantizaría con su presencia que las cosas en Europa no se fueran al traste, la gente vive igual de mal, pero a los que mandan les parece que van  mejor. Por eso esta semana no se ha convocado consejo de ministros y la prima de riesgo ha dejado de subir. Todo esto es lo que ha ocurrido en estos días y son los motivos por los cuales la portavoz opositora concede una rueda de prensa en la que nadie hace preguntas, un lunes de verano, mientras un periodista mira su twitter en una redacción del extrarradio de Madrid.
Entre los mensajes que lee el periodista que actualiza su twitter está uno que firma un diputado del también partido opositor al que pertenece la portavoz que pierde los nervios por la vacaciones del jefe de gobierno. El diputado, que en sus tiempos de ocio pincha discos y escucha música indie, critica al partido de gobierno, al gabinete ministerial y sus medidas de ajuste y copia en uno de sus tweets un link a un reportaje del País acerca de la inconveniencia social de los recortes en sanidad. Remata su sesión de tweets el joven –porque es joven- congresista con otra velada crítica al tiempo que dedican ministros y, otra vez, el presidente de Gobierno, al esparcimiento en estos días de sagrado e intocable periodo estival español, grabado a sangre, fuego y fanta en el código genético de los continentes con cuatro estaciones, a pesar de las crisis de gobierno, del euro  y de la deuda.
Pensando el periodista que actualiza su twitter en una redacción del extrarradio de Madrid en una historia para publicar en una semana en la que poquísimas personas cogen el teléfono, justamente, porque casi toda la ciudad –y el país entero- está, como el presidente de Gobierno- veraneando, decide buscar en la agenda de su Smartphone el teléfono del diputado que hasta hace poco escribía mensajes, para solicitar un entrevista. ¡Helas! Lo tiene. Así que decide marcar. El número repica. Una vez. Dos. Tres veces. Salta la contestadora y deja un mensaje. A los 45 minutos. El joven diputado, visiblemente molesto, devuelve la llamada a la redacción. Pregunta quién le ha llamado. El periodista se identifica. Dice quién es y qué desea. El diputado, menos afable que en sus mensajes de microblogging, se explica. Está fuera de España. Está de vacaciones. No da más detalles. Es obvio que está molesto. Cuando el reportero se disculpa por interrumpir sus vacaciones y habla de llamarle más adelante, el diputado, le remite a su asistente. Bien, dice el periodista. Bien, dice el diputado.
El periodista cuelga, descorazonado. Ha perdido una historia para contar.

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