martes, 20 de julio de 2010

Diez motivos para lanzar la edición entera de una novela al río Hudson

Leo a Enrique Bernardo Núñez. Me paseo por La galera de Tiberio, su cuarta novela, la que sigue a Cubagua (1931). La galera, coinciden varios, entre ellos Augusto Hermán Orihuela -responsable de la comisión de la UCV que publicó una edición póstuma, con correcciones, del libro-, la escribió el valenciano Enrique Bernardo Núñez entre 1931 y 1932. Seis años más tarde, en 1938, la novela se publicó en Bruselas. Ese mismo año, Bernardo Núñez arrojó la edición completa al río Hudson, en Nueva York.

Enrique Bernardo Núñez se reservó apenas unos ejemplares. Dicen, algunos, que Bernardo Núñez estaba dolido. Las lanzas coloradas, de Uslar Pietri, encandiló el brillo de las perlas de su Cubagua, publicada casi simultáneamente. Pero no. No basta ese arrebato para semejante despecho. Juan Liscano negó esa hipótesis varias veces. No tiene sentido un resentimiento tan impuntual. Y, finalmente, ¿puede un odio menor llevar a un autor hacer eso?

La Galera se desmarca de su quinta. Una prosa a veces hermética, un muro de obra limpia. En nada tiene que ver con el costumbrismo de Gallegos, ni el pintoresquismo de Manuel Díaz Rodríguez ("hazte general"). En La Galera, Bernardo Núñez habla, a través de las esclusas de Miraflores, durante la administración de los Estados Unidos del canal de Panamá, de una identidad americana. Toca heridas políticas pero no lo hace desde ninguna tribuna. Incluso, no sé si es esta historia pretende ser estrictamente política.

En La Galera, Enrique Bernardo Núñez se detiene en personajes, ambientes y escenas que tienen una proposición más literaria que incendiaria –lo esperable en ese entonces, dada la tribuna política del escritor- . Paso los ojos como dedos, encuentro literatura anglosajona. Este hombre leyó a Faulkner.

Aunque muerto el Benemérito desde hace ya tres años, el país todavía luce modos gomeros para 1938. El año en que Enrique Bernado Núñez se marcha a Baltimore como cónsul. Un hombre singular, el Bernardo Núñez. A salto de mata, ya había cumplido funciones diplomáticas en Colombia, La Habana y Panamá. De hecho, Cubagua la comienza en Cuba y la finaliza allí donde habrá de comenzar La Galera.

¿Qué tan alta fue la calentura de Bernardo Núñez con la Fiebre de Otero Silva y compañía? Fue muy cercano a Rómulo Betancourt, a quien conoció en Estados Unidos, pero en una versión ya más moderada del futuro socialdemócrata. Pero eso, señores, es harina de otro costal.

¿Qué empuja a un escritor a arrojar una novela entera a un río y reservar para sí uno, dos ejemplares? ¿Por qué no arrojarla toda, de una vez? ¿Por qué al volver al país en la década de los cuarenta se refugió en la crónica como quien huye de algo? A él se le conoce sólo por La Caracas de los techos rojos y no como el ofuscado sujeto que ahoga su novela sin otra suposición que el enfado estético. Sin embargo, si se mira la reproducción facsimilar de las páginas impresas de La Galera de Tiberio, corregidas a mano por él, podría intuirse que no debía estar tan a disgusto con el libro como parecía.

"Según la tradición", cuenta un afectado personaje al narrador en medio de un puerto lleno de barcos provenientes de Maracaibo y Curacao, "hay barcos que huyen a veces de sus prisiones de lodo" y el paso de alguno de ellos "anuncia un acontecimiento universal". Al comienzo de las excavaciones en el istmo, continúa el enrarecido marinero o vagabundo, aparecieron, dice, dos vasos llenos de medallas de Tiberio César. El hallazgo había coincidido con la llegada a la costa de "aquel buque fantasma". Así empieza este naufragio auto infringido por el propio Bernardo Núñez.

Me paseo curiosa por este enorme barco, La Galera de Tiberio. Algo me dice que aquí hay más gente de la que imagino, pero sé por qué. Si alguien cree saberlo, si atina con alguna de las diez posibles razones por las cuales alguien arroja una novela, se reserva unos pocos ejemplares, la corrige y la guarda para más nunca volver al género y refugiarse en la pastoril crónica, que me lo haga saber. Doy diez barcos por cada intento.

8 comentarios:

Adriana dijo...

Existen miles de razones para ahogar tus novelas, tus pinturas tus orejas y tu propia carne.
Es parte de la creacion la destrucción. Otras veces solamente somos malcriados y no podemos vivir con la responsabilidad de haber escrito algo no perfecto a nuestros propios ojos. No importan los ojos de los demás. La destrucción puede ser catartiva o traumática. En este caso conservarla parece mas un acto de cobardía que otra cosa, pero finalmente se reivindica al no publicarla nunca más.

La KSB dijo...

uhm...¿ tú crees, Adriana? a veces creo que hay algo más que eso, hay algo más y no sé qué es mujer... ¿Cobardía? Puede, puede pero falta algo.. necesito pistas sobre este señor... necesito pistas.

Roberto Echeto dijo...

Bueno, querida Sra. Sáinz, quizás Don Enrique Bernardo agarró una pea descomunal y lanzó la edición completa de La Galera al Hudson porque sabía que nadie le paraba bolas y esto fue algo así como un crimen literario-pasional.

Qué sé yo.

Lo que me parece una belleza digna de un video (y de una multa por zumbar basura a un río) es lanzar la edición completa de un libro al Hudson.

Si te pones a ver, parece un acto dadaísta.

Un beso, Sra. Sáinz.

La KSB dijo...

Ja ja ja ja ja ja ja ja ja
Roberto... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡se ha ganado usted un barco!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

iii¡Con todo y pirata dentro!!!!!

Juan Ignacio dijo...

Yo sólo me he leído La Caracas de los techos rojos. Después de leerte, trataré de encontrar La Galera de Tiberio...

Estoy de acuerdo con Echeto sobre el acto dadaista.

Sin embargo, el hecho de guardarse algunas copias puede denotar cierta esperanza en el destino: si algunos ejemplares sobreviven al ahogamiento en el rio Hudson y llegan a ser leídos y comprendidos en el futuro, se habrá pasado la prueba del tiempo y todo habrá valido la pena. La publicación de este post, de alguna forma, podría ser una confirmación de esta idea.

Siento que lanzar la edición completa al río lo hace muy valiente. Pero guardarse algunos ejemplares lo hace humano y eso me agrada más. Es como Kafka que le pide a su amigo Max Brod que queme todos sus manuscritos después de su muerte. ¿Y si resulta, simplemente, que el día que Max iba quemar los papeles no tenía fósforos ni mechero? Y después se lo pensó mejor, por supuesto, y gracias a eso tenemos a Kafka. Y lo que trato de decir es que a veces las cosas ocurren por razones tan sencillas, que no queda registro de ellas en ningún lugar.

Tal vez necesitaba los libros para sustuir la pata de un sofá o de una cama, o quizás, como ya te dije,Enrique Bernardo Núñez creía en el futuro.

Saludos!

La KSB dijo...

Juan Ignacio... a mí la hipótesis del cobarde no me convence, se lo dije a la dama de los Artefactos, a quien incluso le parecía coherente que no volviese a publicar.

Sigo pensando en el odio,que es un sentimiento que hace compañía y aconseja románticos arrebatos como éste...

Mis palabras no ofendan a EBN, pero su caso no es el de Kafka...

Sí creo, eso sí, que necesitaba los libros para sustuir la pata de un sofá o de una cama, un mobiliario personal comido por la termita patria.

Juan Ignacio dijo...

De acuerdo KSB, el caso de EBN no tiene nada que ver con Kafka. Pero sí tiene que ver, y mucho, con Max Brod.

Como todo en esta vida, lo importante no es el por qué (los por qué son siempres conceptos, ideas o elucubraciones y por tanto, pueden ser lógicos, absurdos o infinitos: literatura, filosofía, metafísica...).

Lo verdaderamente importante es el PARA QUÉ (los para qué implican una acción, es decir, HACEMOS algo que provocar concecuencias. Pues ya sea de forma consciente o inconsciente, son las consecuencias lo que estamos buscando. Después,claro está, llenamos esas consecuencias con un montón de por qué).

Entonces tenemos a Max y a Enrique ante la posibilidad de destruir una obra por completo.

La pregunta en ambos es:
¿Para qué voy a destruirla?

Besos y felices vacaciones!

La KSB dijo...

El albacea de Kafka y el novelista que no volverá a serlo nunca más... uhmm juntos en el "Para qué". Es cierto. Para qué sí y para qué no.

Tienes razón.

"Después,claro está, llenamos esas consecuencias con un montón de por qué".

¡TE HAS GANADO UN BARCO!

(Está entregado, con coordenadas de la Plaza de la Virreina, vía gmail-floridablanca)

Gracias porque me has puesto a pensar, gracias también por las felices vacaciones, que sean iguales para ti.